Entrevista a Gonzalo Capellán de Miguel

1.6.2022

Gonzalo Capellán de Miguel, profesor de la Universidad de la Rioja, ponente del Congreso Internacional «El Trienio Liberal doscientos años después»

- Interviene en el congreso con una ponencia sobre la caricatura como medio de acción política, un asunto que mantiene su actualidad…

- Claro, vivimos en un mundo de la imagen. Los historiadores estamos más acostumbrados a trabajar con las fuentes textuales, con documentos, con la prensa, sin embargo, cuando vamos a las fuentes de la época nos damos cuenta del poder de comunicación que tuvo la imagen y la cultura visual, que por otro lado había sido la cultura popular que todo el mundo entendía y leía. A veces utilizamos la imagen solo como una ilustración bonita al texto, pero en la época fue un mecanismo de movilización social, para llegar a capas amplias de la población y hacer un discurso visual. La caricatura política es un discurso de contrapoder. La sátira es un discurso contra el poder, crítico con el poder, y por eso también perseguido. Las caricaturas que voy a mostrar se tienen que hacer en el exilio en Londres, llegan a España de manera clandestina, las 'detiene' la policía en Francia para que no lleguen, porque saben la capacidad que tenían para criticar a Fernando VII en una línea que ni hacía la propaganda oficial ni permitía las libertades de la época.

- ¿Fue y es la caricatura y la ilustración una herramienta realmente más efectiva que la palabra?

- En muchos casos sí, por cómo circulaba, además es un lenguaje más universal. Estas caricaturas se generan en Londres, circulan por España, llegan a América Latina, se publican en México, se readaptan a los contextos. El general Narváez dirá años después que teme más al lápiz de los dibujantes y a las caricaturas que a las armas de los militares... para que veamos el poder que tenían para hacer llegar al imaginario social ideas subversivas, contra el poder. Encontramos muchos documentos en toda la prensa del siglo XIX en la que se censura la caricatura, se deja publicar el artículo que acompaña, pero no se dejan publicar las imágenes, porque lo visual ridiculiza más, se entiende más y se considera mucho más efectivo y ofensivo.

- El debate sobre los límites del humor y la libertad de expresión viene de lejos.

- En eso nos sorprenden las cosas que vemos en el siglo XIX, burlando incluso la libertad de imprenta, las críticas a un monarca como el rey Fernando VII, al que se muestra como el tirano, con orejas de burro, bufonizado, ridiculizado. Esa efectividad del humor le daba a la gente una imagen irrisoria de todo un monarca absoluto. Hemos visto episodios contemporáneos como el de Charlie Hebdo. Hoy entendemos más lo que es el poder de la imagen, pero no es algo novedoso, sino una estrategia de comunicación que ya circuló a nivel popular y social en el siglo XIX. Los historiadores debemos prestar más atención a la cultura de la imagen y este tipo de fuentes.