Bien: ÉXODO, PERSECUCIÓN Y MASACRE DE LA POBLACIÓN CIVIL ENTRE MÁLAGA Y ALMERÍA EN FEBRERO DE 1937

Código de identificación:
MALA-3
Fecha declaración:
Fecha incoación:
8 de febrero de 2024
Comunidad autónoma :
Andalucía
Provincia:
Málaga
Localidad:
Málaga
Administración que procedió a la declaración:
Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática
Ubicación: Ubicación no especificada
Identificación:
El éxodo de las víctimas de la masacre de Málaga-Almería de febrero de 1937 fue uno de los episodios más cruentos acaecidos durante la guerra de España y tuvo como protagonistas a la población civil que huyó desde Málaga hacia Almería por la antigua carretera N-340 siendo perseguida por las tropas sublevadas contra la República.

Desde finales de 1936, la ciudad de Málaga fue incesantemente cañoneada por los cruceros Canarias, Baleares y Almirante Cervera dentro de las operaciones militares de conquista de la plaza de Málaga por parte del ejército sublevado comandado por el general Queipo de Llano. Desde el primer momento, la población civil se convirtió, de facto, en un objetivo militar, algo que no había ocurrido de forma sistemática en anteriores conflictos militares.

Anteriormente, a consecuencia del triunfo de la sublevación militar en las plazas de Cádiz y Sevilla, miles de civiles marcharon desde estas provincias hasta Málaga en busca de refugio. Se calcula que fueron 90.000 los refugiados que se instalaron en Málaga llegados desde los pueblos de la sierra de Cádiz, del campo de Gibraltar, del interior de Málaga y de la sierra sur de Sevilla. Málaga se convirtió en refugio para miles de familias que buscaban allí la protección que ya no tenían en sus pueblos y ciudades.

La operación militar para la toma de Málaga se intensificó en enero de 1937, provocando un aumento de los cañoneos y bombardeos sobre la ciudad, dejando tras de sí la destrucción material de numerosas edificaciones y un número considerable de muertes de civiles. Finalmente, el 7 de febrero de 1937 se produce el gran éxodo de la población civil desde Málaga, donde concurrieron al menos 120.000 personas que es lo que se conoce popularmente como «Desbandá» o «La Huía», a los que se les uniría una cantidad ingente de población en la Axarquía malagueña y de la costa de Granada, llegando, según los expertos, a la cifra de 200.000 personas a lo largo del trayecto (los datos de las últimas investigaciones elevan la cifra a 300.000).

Antes de la toma de Málaga por las tropas sublevadas, auxiliadas por las tropas italianas facilitadas por el gobierno de Benito Mussolini y la aviación alemana del III Reich, toda la costa desde Málaga a Almería fue atacada por mar y aire con el objetivo de eliminar las defensas militares bajo control del gobierno republicano. Ante el avance de las tropas sublevadas que cercaban la ciudad, el Gobierno Civil malagueño empezó a estudiar la posibilidad de una evacuación ordenada de los refugiados hasta Almería, pero la precipitación de las maniobras militares hizo imposible la organización y, finalmente, la población civil huyó en masa y de forma desordenada.

Una de las singularidades del éxodo de las víctimas de la masacre de Málaga-Almería es que, de forma sistemática, la población civil se convirtió en un objetivo militar. A lo largo de la huida por la costa, la población civil fue atacada por los cruceros Canarias, Baleares y Almirante Cervera, con ayuda de la aviación italiana y alemana, dejando tras de sí un reguero de víctimas mortales y heridos de difícil cuantificación debido al caos y al miedo que se produjo durante el trayecto. Desde el primer momento, los cruceros Canarias y Baleares se situaron frente a la costa con la intención de entorpecer la huida, al tiempo que la aviación bombardeaba valles, cañadas y los
puentes sobre los ríos y ramblas. La población civil, totalmente indefensa, inició este éxodo por la única vía de escape, la carretera hacia Almería, marchando a pie y formando caravana de varios kilómetros de longitud, como atestiguó el capitán de carabineros, Francisco Angulo, cuando describió que «la peregrinación de cerca de 200.000 personas desde Málaga a Almería, a pie, es algo que no tiene precedentes en la historia de las evacuaciones de guerra. Hombres muertos por la carretera de frío, hambre y cansancio. Mujeres con niños en brazos y con los pies enormemente desfigurados y lleno de llagas, caras famélicas, etc.» (Archivo Fundación Juan Negrín,
declaraciones de Federico Angulo Vázquez).

En el recuerdo de las víctimas ha quedado el horror de los cañoneos y los bombardeos. La aviación sublevada era consciente de que estaban atacando a la población civil, como así atestiguan los documentos depositados en el Archivo General Militar de Ávila (caja 9496). Son numerosos los testimonios directos que dibujan el panorama de terror, miedo y sufrimiento producido entra la población a causa de los vuelos rasantes de los aviones y el ruido que llegaban desde los cañones de los barcos.

Especialmente cruentos fueron los cañoneos en las inmediaciones de Vélez-Málaga (Málaga) y Motril (Granada).El éxodo de los civiles que salieron de Málaga se saldó con un ingente número de fallecidos. Es difícil dar cifras exactas, ya que muchos cadáveres quedaron abandonados en el camino o fueron enterrados en fosas comunes en los pueblos del camino. El historiador Paul Preston cifra los fallecidos entre 3.000 y 5.000.

Entre el 7 de febrero y el 10 de febrero de 1937 el camino de Málaga a Almería se convirtió en una riada de mujeres, niños y ancianos que huían de sus hogares intentando escapar de las bombas, de la represión, del miedo y del hambre. A lo largo de la costa malagueña y granadina se fue concentrando cada vez más población, siendo la desembocadura del río Seco, en la localidad granadina de Almuñécar, el punto donde se concentró el mayor número de civiles. A escasos 40 kilómetros, en la localidad de Motril, quedó frenado el avance de las tropas sublevadas gracias a la llegada de las Brigadas Internacionales, fundamentales para que los refugiados pudieran llegar hasta Almería.

Pudieron pasar esa línea entre 50.000 y 100.000 refugiados que se encaminaron hacia la provincia de Almería (200.000 estipulaba el periódico La Vanguardia el 11 de febrero de 1937) llegando el grueso a la localidad de Adra entre el 10 y el 11 de febrero.
Esa misma noche fueron atacados por la aviación alemana dejando tras de sí decenas de fallecidos y centenares de heridos. Otros muchos miles no pudieron llegar hasta Almería, siendo devueltos por las tropas sublevadas a Málaga, siendo represaliados, en numerosos casos, por el hecho de huir de la ciudad. La ayuda humanitaria fue decisiva para la evacuación de los refugiados gracias a la intervención del médico canadiense Norman Bethune y de su ayudante Hazen Sise, que trasladaron en su ambulancia a centenares de heridos hacia zona segura. La figura de Norman Bethune es esencial para entender el drama humanitario que produjo el éxodo desde Málaga.

Se salvaron centenares de vidas gracias al traslado de heridos en su ambulancia y al conocimiento de la transfusión sanguínea. Sus fotografías inmortalizaron la llegada de los refugiados a Adra, dejando un testimonio perpetuo del drama que vivieron.

La marcha prosiguió hasta la capital almeriense, en donde los refugiados quedaron instalados en las inmediaciones del puerto, el parque Nicolás Salmerón y todo el centro histórico de la ciudad, siendo, una vez más, bombardeados por la aviación del ejército sublevado. El Comité de Refugiados, el Gobierno Civil y el auxilio desinteresado de la población almeriense ayudaron a los refugiados a instalarse en diferentes puntos de la de la provincia de Almería, desde donde partirían hacia otros puntos del levante mediterráneo en los días y semanas posteriores.

El éxodo de las víctimas de la masacre de Málaga-Almería no fue un hecho local y particular de la guerra de España, sino que transcendió nuestras fronteras y fue objeto de intensos debates humanitarios. Hasta Almería llegó la ayuda inglesa a través de la financiación voluntaria para la instalación de un hospital de campaña para los heridos que procedían de Málaga. La prensa francesa señala que «los cruceros rebeldes Canarias, Baleares y Almirante Cervera han bombardeado el campo de aviación de Motril, dejando numerosas víctimas entre la población civil. Los mismos cruceros bombardearon la ruta del litoral, dejando en Torre del Mar numerosas víctimas». Añade
que esa misma noche «la aviación rebelde bombardeó la villa de Adra, destruyendo la carretera y dejando 20 personas asesinadas y una treintena de heridos graves» (Diario L`Humanité, 9 febrero 1937).

A medida que analizamos en profundidad los conflictos bélicos, en España o en cualquier lugar del planeta, cobra cada vez más importancia la consideración específica de los bombardeos contra la población civil como espacios de perpetración masiva
radicalmente incompatibles con la defensa de los derechos humanos. Necesariamente, la memoria democrática tiene que visitar de manera constante estos espacios de terror, y reconocer el sufrimiento de las víctimas, las que murieron, pero también las que
sobrevivieron y llevaron para siempre en su recuerdo escenas de pánico generalizado y la tragedia colectiva.

El éxodo de las víctimas de la masacre de Málaga-Almería de febrero de 1937 se enmarca dentro de los conflictos bélicos derivados del auge de los fascismos, especialmente en Europa y, particularmente, en España. Además, el éxodo de la población civil salida de Málaga lo convierte en la primera gran movilización bélica previa a la Segunda Guerra Mundial. El ataque militar sobre la población civil hace de este
hecho una singularidad, al ser la primera vez que un conflicto bélico fija como objetivo militar a la propia población civil, como así atestiguan los cuadernos de bitácora de los cruceros Canarias y Baleares. Especial papel desempeñaron las mujeres en este éxodo,
pues fueron ellas las que reunieron a las familias y las protegieron de la dispersión durante el éxodo, constituyendo el núcleo principal de resistencia frente al miedo y la desesperación.
Información:
Se inscribe este bien en aplicación del artículo 50.3 de la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática.